sábado, 22 de noviembre de 2008

CRONICAS DE UN NOSFERATU XVII

El regreso al hogar fue de lo más impactante.
Debido a mi tardanza, se habían puesto manos a la obra. El chucho yacía desparramado encima de la mesa del salón, y el mentor intentaba introducirle el dedo índice con toda la suavidad que podría tener una estocada.
Supe en ese momento que nunca me recuperaría de aquella visión.
Al percatarse de mi presencia, Antonio, sacó el dedo de las partes oscuras del lobo y se dirigió a mi entre enfurecido y sofocado y con el mismo dedo, que debía utilizar para todo, me inquirió.
- ¡Has tardado mucho!. Eres un irresponsable, ya sabia yo que al final tendría que ocuparme yo de cuidar al perro.
- Tranquilicese hombre -le dije- He buscado un método alternativo a la salvajada esa que le esta haciendo al pobre pulgoso. Y apunteme con otro dedo por favor.
- A ver, iluminado. ¿Que idiotez se te ha ocurrido ahora?
- Pues un remedio persa -le dije- .Ni que decir tiene que somos un pueblo mucho mas antiguo, más sabio, más refinado, y por supuesto mucho mas higiénico. Se trata de hojas de globularia y flores de saúco con efecto casi inmediato al ser ingeridas. Y por supuesto, la administración es mucho menos violenta.
- Dudo mucho del resultado - dijo el mentor, resignándose - Pero pruebalo, ¿Que podemos perder?...
Introduje el matojo de hierbas en las fauces del peludo, y el efecto no se hizo esperar. El saco de pulgas salió despavorido, como huyendo de si mismo, derrapando en las curvas. El laxante había sido un éxito.
Después de la faena, el lobo vino a abrazarme como agradecimiento y yo salí corriendo mientras la risa del mentor resonaba en la casa.
La tarde siguiente acudí a la cita con la demoiselle.
Ella apareció de entre los campos de marzo, con una sonrisa radiante de esperanza. Se presento como Jeanne Lafontaine y de manera inusual en la época que vivíamos, tomó mi brazo y fuimos desentramando el halo misterioso que nos envolvía.
Fueron muchos paseos al atardecer, en los que charlábamos animadamente y reiamos con vergonzosa alegría de lo cotidiano. Después, solía acompañarle a su casa y ella me despedía con un sugerente entornado de ojos y un "aurevoire,mon cher" de dulce picardía, dejando en mis manos el aroma de su perfume con la delicadeza de un pañuelo que se deja caer a modo de coquetería.
Através de estos acontecimientos rutinarios, creo que me enamoré perdidamente de la demoiselle. No mordía con la voracidad que solía hacerlo y la sola imagen de ver comer al chucho se me antojaba vomitiva, Bueno... y antes también.
Quise ser humano, contraer matrimonio, tener hijos, envejecer y morir a su lado.
Una tarde de verano incipiente, Jeanne me invitó a entrar en su casa.
Asentamos la conversación con una botella de vino de Bourdeaux . Ella bebió arduamente de su copa y señalando la mía me preguntó. "¿No bebes ,mon cher?". Creo recordar que le contesté algo así como... " Prefiero beber a morro". Y me abalancé sobre ella con la intención de convertirla en nosferatu.

viernes, 21 de noviembre de 2008

CRONICAS DE UN NOSFERATU XVI

Imaginen los idus de marzo en el París canalla de 1834. La amalgama de colores sembrados, como un manto, en las afueras de la ciudad. El cielo pleno de granates y rojos anaranjados en el atardecer, tonalidades de azul intenso en las madrugadas. Todo aquél espectáculo nos lo brindaba la madre naturaleza como dando la bienvenida al renacer de la vida después del descanso invernal.
El lobo llevaba estreñido varios días ( a ver si van a creer que iba yo a seguir por esta línea literaria de repollo con lacito rosa). El mentor preocupado por el estado de salud de la mascota, me propuso un remedio casero infalible que debía practicar su abuela materna para estos menesteres.
Me llamó aparte y en voz queda me dijo.
-Mi abuela solía untarse el dedo índice de aceite de oliva e introducirlo en la cavidad anal del estreñido. Tu que tienes el dedo más fino deberías...
Le interrumpí.
- ¿Debería que..?
- Pues practicarselo al lobo- dijo con voz entrecortada- Ya me entiendes.
- Ya entiendo - le mentí- Voy a buscar el aceite, no se preocupe.
Huí, aunque con disimulo, claro. ¿Que culpa tenía yo de la ausencia de movilidad intestinal del pulgoso?. Seguro que había tragado una bola de pelo. Si es que ya sabía yo que esas pelambreras no eran saludables. Por no hablar de la dieta, si no se le detenía , se comía hasta su propio brazo.
El caso es que tenía cariño al peludo así que busqué una solución alternativa.
Paseaba por Port de Suffren, buscando hierbas purgantes, cuando apareció ella. En un momento pensé que me traían el desayuno, pero la luz de su rostro y la fragilidad de sus movimientos me detuvieron por completo y ya solo pude admirarla.
Se acercó a mi, el corazón... no me latía ( soy un nosferatu ¿recuerdan?). Disimulé buscando ausente entre las hierbas. Hasta que sentí la calidez de su mirada , de su presencia y de todos los repollos con lazo antes mencionados.
- Disculpe, señor...- me dijo-
Intenté hacerme el sorprendido, pero el teatro nunca fue lo mío.
- Mi señora... - saludé-
- Usted disculpará mi atrevimiento, pero me ha llamado la atención el verle a usted recogiendo plantas. y me preguntaba si era usted un amante de la botánica.
- La verdad es que si, es una de mis aficiones - le mentí-
Si quieren le hubiera dicho la verdad...
" No , es que soy un vampiro y el hombre lobo que tengo por mascota está estreñido y estoy recogiendo estas hierbas que al ingerirlas dan una cagalera de mil demonios, en vez de tenerle que introducir el dedo, pringado de aceite, por el culo"
Ella me contó que heredó esa afición de su difunto padre. Que era extraño encontrar una persona que le gustasen las plantas y si no me parecía atrevido por su parte, podríamos vernos al día siguiente para hablar de este asunto que teníamos en común.
Por supuesto acepté y prometí verla al atardecer en el mismo sitio, con una timidez extraña en mi pero aun así placentera.