viernes, 27 de junio de 2008

CRONICAS DE UN NOSFERATU XI

Caía el verano cuando entrábamos en París. Posiblemente nos encontráramos a mediados de septiembre de 1833, lo que venía a ser, aproximadamente, el final del mes de Rabi' al-Akhir de 1249 en el calendario árabe.
Habíamos dejado el camino sembrado de cadáveres, de ataúdes improvisados para descansar cuando despuntaba el amanecer, de largas y profundas conversaciones donde dejábamos ver, cada noche, un trocito más de nosotros hasta el punto en que comenzaba a encariñarme de ese ser ya despojado de la armadura emocionál que parecía cubrirle.
Cada noche acostumbraba leerle en voz alta, y en una traducción casi exacta del persa al francés los poemas de Omar Kharyyam, recogidos en un librito que guardaba siempre conmigo y que constituía el único recuerdo que aún conservaba de mi madre. Mi mentor había oído hablar del poeta en uno de los viajes que hizo con su padre hacia Ishpahan por motivos de comercio. Y el oirlos traducidos supuso para él una gran satisfacción y una mejor manera de conocerme.
A veces me hacía releer el poema numero cuatro del Rubaiyat.
" Procede en forma tal que tu prójimo
no se sienta humillado con tu
sabiduría
Dominate, dominate
Jamás te abandones a la ira.
Si quieres conquistar la paz
definitiva, sonríe al destino que se
ensaña contigo y nunca te ensañes
con nadie."
En aquel tiempo, se me ocurrió modificar la frase " La música amansa a las fieras" para ajustarla a la nueva situación y decir " La poesía atonta a los mentores". Y fue al pensarla en voz alta, que recibí una serie de manotazos dignos del mejor boxeador de la historia.
Entrábamos en París. Una amalgama de olores y colores sugerentes hacían su presencia en aquella noche. A la orilla del Sena las parejas buscaban amor furtivo, para encontrarlo entre jadeos silenciosos, y murmullos de palabras prohibidas envueltas en el frescor de la hierba. En ese momento fui testigo de como la noche actuaba de aliada del pecado que latía en en corazón de los hombres.
En la plaza de la opera, un violinista interpretaba de manera sublime la chaconne en sol menor de Vitali. Al momento, quedé prendado de la melodía, y mi cabeza, en el éxtasis que me producía la audición, comenzó a pensar que el contagio que sufría del estado de animo de mis víctimas, pudiera hacer su efecto al morder al violinista y así conseguir interpretar esa obra de la misma manera.
El mentor pareció leerme el pensamiento y me dijo:
- Dariush, ten cuidado a quien muerdes que ya sabes lo que ocurre después.
- No creo que me haga ningún daño morder a un músico - le dije ensimismado en mis pensamientos-
Me acerqué.
La interpretación llegaba a su punto más álgido.
El violinista, parecía en estado de sofronación vandeandose de un lado al otro como una vela movida por la brisa del mar.
Al no tener monedas que ofrecerle, le dejé una de las cruces que había recaudado en Nancy. Pareció mirarme un instante.
Me situé a su espalda sigilosamente y ataqué. La sangre agridulce salía de su cuerpo lentamente, mientras dejaba caer el violín con movimiento de adagio.
Recogí el violín del suelo y me dispuse a tocar con nerviosismo de principiante.
Al pasar el arco por las cuerdas, el instrumento emitió un sonido quejumbroso, estridente e insoportable. Cuanto más intentaba tocar, peor sonaba. Una manada de gatos surgió de las calles adyacentes maullando de manera estrepitosa y me rodearon. Yo no dejaba de intentar tocar, los gatos no paraban de maullar, y el mentor tirado en el suelo, aferrándose el estómago, no podía parar de reir

CRONICAS DE UN NOSFERATU X

- No me diga más, desde entonces no se lava en señal de luto, porque la roña que arrastra es histórica, casi diría yo que para estudio arqueológico. Podría asegurar que si alguien escarbase en ella encontraría jarrones romanos.
La caricia me lanzó del carromato para hacerme caer en desorden dos metros mas allá.
- No se ponga así, hombre, dije sacudiendome la tierra de la capa. Si solo era para quitar hierro al asunto, me emociona verle tan humano, tan sentimentál.
Me tendió su mano, para ayudarme a subir otra vez al carro, y con un intento de sonrisa que más bien parecía una emocional mueca grotesca, me preguntó...
- ¿Tu vida como era antes de este estado?
Me temía la pregunta, pero aun así me armé de valor y le conteste:
- Mi vida... . Bueno digamos que no fue nunca nada fácil, me temo. Mi nombre real fue Dariush Leishtar. Mi padre y mi madre eran persas. Llegaron a Nancy, con una caravana circense, cuando yo era muy pequeño e hicieron el engaño de registrarme en la ciudad como si hubiera nacido allí. Creían que tendría menos problemas. Se equivocaron.
- ¿Un circo? Ya decía yo que las payasadas debían salir de alguna parte, dijo el mentor aprovechando el momento.
Proseguí el relato, con la pequeña satisfacción de haberle dado una revancha.
- Como le decía... . Al inscribirme, debieron juntarse muchos factores. Mi padre no hablaba nada bien el francés y el funcionario debía ser un poco sordo. El caso es que, el resultado de la operación es el nombre que ahora tengo, Jean Marie Lestat.
Me crié en el Islam sufí como religión, aunque siempre hiciese la pantomima de acudir a la liturgia cristiana todos los domingos. Mi piel oscura, el pelo negro y rizado me delataban como proveniente de otro mundo totalmente desconocido para mis vecinos. Si a eso juntamos que la excesiva higiene que me hacía mantener mi madre, contrastaba con el defecto de esta que tenían los cristianos, pues el pasar desapercibido se convertía en una tarea harto difícil.
A edad temprana mi padre negoció con un carpintero el que yo fuera su aprendiz, y así poder labrarme el futuro en un oficio rentable. Todo fue bien hasta que llegó el momento de convertirme en maestro de carpintería. Ya tenía los conocimientos suficientes para ello, pero, los componentes del gremio se negaban a aceptar que un individuo con sangre infiel se codease con ellos en su mismo oficio, así que me condenaron al ostracismo puro y duro.
Consternado me dedique a vagar, sin ningún ingreso económico. Intenté ganarme el jornal en el campo, pero aquello no duró mucho. No tuve más remedio que robar para comer y para llenar mi cuerpo de vino intentando olvidar mi situación.
Fue una tarde de tantas al salir de la taberna donde usted se cruzó en mi camino. El resto de la historia ya la conoce.

CRONICAS DE UN NOSFERATU IX

Había pasado al menos un mes desde el desafortunado ataque al catecúmeno de Saint Vincent. Yo ya había perdido la noción de los días. Posiblemente nos encontráramos en la madrugada del 20 de Julio de 1833, sentados en el borde de una carreta mortuoria cerca del cementerio de Bétheniville, una pequeña población de camino a Reims.
El mentor, había decidido que debíamos instalarnos en París. Allí, según el, resultaría sencillo camuflarnos entre la población, además de tener una gran variedad en el menú. Sangre de todas las razas humanas conocidas poblaban esa inmensa urbe, galante de progreso, estandarte de la Europa de nuestro tiempo.
Fue en la mitad de la inmensidad de la madrugada donde mi mentor, comenzó a relatar la historia de su vida. Observando el infinito y con voz raída por la nostalgia, soñante, casi humana me confesó:
- Mi nombre es Antonio Laface, nací en la esplendorosa Venezia de 1563. Mi familia era relativamente acomodada, ya que mi padre llevaba a cabo negocios fructíferos con las especias de oriente, aceites y seda natural.
- ¿Y jabón?
Me dirigió una mirada fulgurante que me hubiera matado de no ser inmortal.
Después de un breve silencio, prosiguió con la historia .
- Mi madre estaba emparentada directamente con el Dux, mi familia era respetada en toda la ciudad-estado, por su estatus social y económico.
Mi padre pacientemente, me enseñó el oficio de mercader y desde una temprana edad comencé a acompañarle en las rutas comerciales . En unos años, aprendí donde debía comprar y vender los productos, cuando debía regatear los precios. Que especias eran las más cotizadas, y reconozco que me gustaba parecerme a mi progenitor, compartir tiempo, conversaciones y vivencias con el. Muy pocos jóvenes de mi época tenían la oportunidad de ser aprendices de sus familiares.
Una noche de mayo de 1593, nos hallábamos acampados en las inmediaciones de Bucuresti en Rumania. Me alejé del campamento, para pasear por el bosque. Hacía una noche espléndida.
Ensimismado en mis pensamientos, me sorprendió el futuro, la eterna condena, cuando menos lo esperaba.
Al amparo de la oscuridad, surgió aquel ser, me sumió en un extraño estado en que solo podía obedecer su voz, lo que mas tarde, conocería como sofronación. Succionó mi liquido vital y me hizo la pregunta que yo mismo te hice a ti. " ¿Quieres beber de mi, o prefieres morir?"
Yo no sabía el significado, pero me encontraba al borde de la muerte, así lo sentía. Era joven, no quería morir. Solo quería seguir haciendo mi vida, los viajes al lado de mi padre, el regreso al hogar, cuidar de mi perro.
Bebí su sangre, para vivir. Y me condené a esto. Supe desde ese instante que nada volvería a ser iguál.

Una lágrima asomaba de los ojos del mentor. Me habló durante horas de su perro, la bondad de su madre, y el abrazo que siempre le daba al regresar a casa de un largo viaje. De los árboles de su jardín , de su vida inacabada.

CRONICAS DE UN NOSFERATU VIII

A la noche siguiente con la amnesia que produce la ingesta masiva de sangre adulterada, me incorporé del ataúd. Un sonoro tortazo me volvió a echar. Era, como imaginareis, mi mentor que mostraba así su preocupación por los acontecimientos de la noche anterior.
-¿Sabes a quien has mordido imbecil?
- Pues mire no recuerdo muy bien, pero seguro que usted tiene a bien iluminarme al respecto.
Volvió los ojos y con un gesto de rabia contenida me dijo:
- Al cura de Saint Vincent, idiota de ahí que saliese esa chusma a lincharte.Y tu cantando la marsellesa como si fuera un juego. Menos mal que estaba yo vigilando tus movimientos, que sino, no se como podías haber terminado.
-¿El cura?, ese señor que salía del prostíbulo borracho como un piojo. ¿Era el cura?. Hay que ver como esta el clero- dije reincorporándose- El es el catecúmeno y yo el energúmeno, jajajaja.
El siguiente bofetón no me lo esperaba. Me hizo caer a plomo sobre el maltrecho intento de ataúd, que se partió a la mitad. Me dirigí al mentor ya cansado de tantos golpes
- ¿Le divierte el jueguecito?. A este paso no me termino de levantar nunca, hombre, que ya es usted mayorcito como para andar con esas bromas, además no se si se habrá dado cuenta pero duele. ¡Con la cantidad de idiomas que hay y tiene usted que recurrir al mismo!. Si ya me lo decía mi madre que no me juntase con sujetos de baja condición, que no traen más que problemas.
Indignado, harto, con los ojos inyectados en sangre, el mentor se alejó del lugar.
Seguí sus pasos diciendole:
- ¿A donde va?, ¿Pero no ve que es la hora del desayuno?, ni me ha traído el café y el croissant al ataúd. ¿Y así me quiere conquistar? Pues lo lleva claro.
Le perdí de vista.
Resignado me fui en busca de un incauto al que morder, pues ya la sed comenzaba a apremiar.
A lo lejos, en la mitad del Pont des morts, descubrí a un individuo joven asomado mirando al río, y me dirigí a el. Aprovechando que mis pasos no sonaban en el asfalto me coloqué a su espalda y le pregunté.
-¿Que hace buen hombre? ¿Se le ha caído algo?
El joven volvió la cara hacia mi y con la mirada perdida me dijo:
- Dejeme, quiero morir, la vida no es mas que un camino de sufrimiento. Mi amada me ha dejado, no soporto mi pesar. He de acabar con mi vida, aquí y ahora.
-Tranquilo, no se preocupe, le dije mientras miraba ansioso su yugular que estaba diciendo "muerdeme". No pierda la calma, eso lo arreglo yo en un momento.
De inmediato me lancé a su cuello, su sangre amarga invadió mi boca. Mientras el supuesto suicida intentaba forcejear conmigo para salvar la vida.
Sacie la sed que me quemaba, pero un sentimiento de pesar profundo invadió mi ser . La vida es una mierda, pensé, he de acabar con este calvario. Y acto seguido me tiré por el puente.
Caí en una roca, el costalazo fue de de "pèr, mèr, fille, fils et saint esprit"*.
Resignado decidí volver a tirarme. Y así una y otra vez. Hasta que mi mentor apareció en la oscuridad de la noche para decir...
- Definitivamente eres tonto de solemnidad.

* Padre, madre, hijo, hija y espíritu santo

CRONICAS DE UN NOSFERATU VII

En la medianoche del 18 de junio llegamos a Metz. Nos instalamos en una casona abandonada en Rue Belle Isle esquina con Pont des Morts. Cerca de las islas que caprichosamente rodea el río Moussel a su paso por la ciudad.
Improvisamos dos ataúdes con restos de madera para cubrirnos al alba, y salimos sigilosamente a buscar alimento.
Transitamos serenos como la noche por el pequeño bosque de la Ile du Saulcy, donde los vagabundos dormitaban aferrados a la "bonbonne du vin" como si la botella fuera la única tabla de salvación en el naufragio de su vida.
Alimentarnos de estos seres, para nosotros, supuso una forma fácil de sobrevivir, ya que en el estado en que se encontraban habitualmente no oponían resistencia alguna. Al morir nadie les echaba en falta, no había investigación en la prefectura sobre las causas de la muerte, ni en la iglesia al estar previamente demonizados. Eran los despojos de la tierra, desperdicios que sutilmente producía la sociedad.
La noche del 20 de junio sorprendimos a uno de los habituales del bosque, durmiendo plácidamente apoyado en un sauce. El mentor adivinando mis intenciones de atacar al pobre diablo, me detuvo diciendome:
- ¡Cuidado! Jean Marie, este hombre esta en un estado de embriaguez considerable. Bebe, pero con moderación. No vayamos a tener un disgusto.
Haciendo caso omiso de las advertencias , clavé mis colmillos en el cuello de aquél desgraciado, sintiendo que cuanto más bebía de el mas quería seguir haciéndolo.
Cuando hube terminado, me incorporé aturdido, aunque contento. Una extraña sensación similar a cuando ingería vino siendo mortal, invadió mi mente. Tenía ganas de cantar, de seguir bebiendo ese tipo de sangre. Y salí calle arriba por la Rue Saint Marcel dando tumbos.
De un prostíbulo cercano a la iglesia de Saint Vincent, salía un hombre mucho mas ebrio que yo. No lo pensé dos veces y lo ataqué despiadadamente. La vista se me nubló, la euforia era mucho mas ostensible, me sentía mas alegre al beber de ese hombre, y mas inestable.
De la oscuridad de la noche , salió una turba de gente portando cruces y mosquetones. Y me persiguieron calle abajo mientras yo bailaba y les cantaba...

Aux armes, citoyens !
Formez vos bataillons !
Marchons, marchons !
Qu'un sang impur...
Abreuve nos sillons ! *


*¡A las armas, ciudadanos!/ ¡Formad vuestros batallones! /Marchemos, marchemos, /¡Que una sangre impura /empape nuestros surcos!

CRONICAS DE UN NOSFERATU VI

Buscando refugio contra el amanecer de aquel 14 de junio de 1832, lo hallamos en un cobertizo abandonado cerca de Pont a Mousson de camino a Metz. La penumbra se disipaba rápidamente para dar paso a la luz cegadora. Improvisamos un lecho con la urgencia de sobrevivir y cercanos el uno al otro esperamos la llegada de la tiniebla.
Llegó el anochecer, salí de aquél letargo temporal y me incorporé aturdido. Me dirigí a mi mentor que despertaba en aquel mismo instante y le dije:
- No lo entiendo.
- ¿Que es lo que no entiendes? - preguntó con resignación-
- Muy sencillo - le dije- . Lo que no alcanzo a comprender es, como no nos han localizado, con los ronquidos que estaba usted emitiendo. ¡Mon Dieu !, si no he podido pegar ojo en todo el día. Si parece que estuviera en una serrería. ¿Sabe hacer algo con las orejas?. Si es que lo tiene todo, hombre. Menudo galán esta usted hecho.
- ¡Calla imbecil!. Y sigueme, vamos a buscar algún humano que apague nuestra sed. Y haz el favor de cerrar esa bocaza, sino quieres que te la cierre a bofetones. Ya estoy harto de tus bufonadas.
Al amparo de las sombras, atacamos a dos pobres labriegos que regresaban a su hogar. Sentí como el deseado sabor cobrizo de la sangre , calmaba el ardor que sentía dentro de mi.
Me incorporé y vi la escena. Me sentí despreciable. Aquellos pobres incautos tendidos en el suelo, de manos callosas por el duro trabajo, rostro curtido por el sol y las inclemencias del tiempo, yacían muertos. Finalizaba así una vida de sufrimiento, pero con un componente que yo nunca conseguiría poseer en toda una eternidad de condena. Un hogar y alguien que llorase mi muerte.

CRONICAS DE UN NOSFERATU V

Arropando y repartiendo sus temores, la procesión pseudoeclesiastica, comenzaba la batida por el bosque, con el fin de encontrarme.
Corriendo entre los árboles al amparo de la noche, huía de mis perseguidores. Un lobo de ojos inyectados en sangre se interpuso en mi huida, mostrándome la dentadura en forma amenazante. Era mi mentor.
- Quita chucho- le dije-
El retomó la forma humana para ofrecerme, un camino de salida y el consiguiente tortazo que comenzaba a ser habitual.
- Le ha cogido usted el gustillo -le reproché frotándome la mejilla-
- Calla y escucha atentamente. Ahora tienes la capacidad de cambiar de forma, al igual que me has visto hacer a mi. Intenta convertirte en lobo. Tu subconsciente sabe como hacerlo, ya estas preparado.
En un instante cambié mi forma, pero supuse que algo había hecho mal, pues el resultado distaba mucho de mi intención. Me había convertido en una manada de ratas.
- Ahora me he desarmado- le dije a coro como un orfeón- Deme un poco de ese queso que guarda en las botas. Me llega el olor o mas bien nos llega el olor hasta aquí. Parece roquefort , ¿de donde lo ha sacado?
- Deja de decir tonterías , imbecil, no tengo ningún queso en las botas
-Vaya, entonces es otra vez su falta de higiene. Pero, ¿no le he dicho que se lavase?. Hombre , ya esta bien , entre los tortazos y los olores me tiene usted contento, vaya.
-Callate - me repuso con rabia contenida- . Ahora, intenta convertirte en murciélago, es la forma mas fácil, Escucha tu interior.
En pocos instantes conseguí la forma deseada. Y nos dispusimos a huir de nuestros perseguidores, en un vuelo vertiginoso atraves de la penumbra y el frondoso bosque. Lo dominaba a la perfección, el vuelo era una sensación de libertad indescriptible. Volví la cabeza a mi mentor que volaba a poca distancia de mi, y creí adivinar una sonrisa de satisfacción en su mirada, que comenzaba a hacerse mas evidente cada vez, hasta que aquel árbol apareció de repente, y di con mis huesos en el. Luego entonces comprendí que la sonrisa era una carcajada.

CRONICAS DE UN NOSFERATU IV

El atardecer del 13 de junio me sorprendió encaramado al campanario de la iglesia. Desde una nueva existencia y una nueva percepción de la ciudad, veía caminar de regreso a casa a la gente, imaginaba la vida de cada uno de ellos, tan igual a mi vida anterior y tan radicalmente diferente a la actual.
Sentí una sed que me ardía en el alma, y decidí ir en busca de alimento. Bajé del campanario y me oculté en una esquina de un callejón cercano y poco transitado. Con la oscuridad y el sigilo como aliados me aposté a la espera de la próxima víctima.
Georges el herrero tuvo la desfortuna de ser la primera persona en pasar por las inmediaciones. Me lancé como un hurón y le sorprendí de espaldas, indefenso. Utilicé la técnica, por primera vez, que había aprendido de mi mentor. El bofetón. El herrero tuvo a bien regalarme otro, y así estuvimos un rato intercambiando caricias a cada cuál mas amorosa. Hasta que desistí en el intento. Y salí huyendo entre las sombras.
Georges dio la voz de alarma a la población, que desde el día anterior, sospechaba de la anemia ocasionada al molinero, y salieron en pos de mi.
A cada paso que daba en la oscuridad, surgía un incauto mostrándome una cruz con el brazo extendido y diciendo palabras en latín que yo no entendía pero bien interprete como "te la regalo".
Me gustaba el jueguecito, pero a la trigésima cruz, ya comenzó a cansarme y a pesarme en la bolsa.
El trigésimo primero me mostró una cruz de no mucho valor y me dijo la ya repetitiva frase:
- ¡Vade Retro!
- Gracias, pero... ¿no tienes otra cosa?
El individuo tembloroso me mostró con la otra mano una ristra de ajos.
- No eso no, gracias, prefiero la cruz- le dije, resignado-
De la nada, salió una procesión de señores con sotana, que portaban cruces mas grandes, y hablaban en latín. Querían clavarme estacas, cortarme la cabeza, quemarme y no se que otras cosas mas. Evidentemente y con toda educación rechacé la oferta y me dispuse a huir de la ciudad, pues ya estaba harto de que me calasen con agua bendita, me regalasen cruces, y me amenazasen impúdicamente.
En la salida de la ciudad, en el camino, oculto en las sombras, me esperaba mi mentor.
-Mira que no se te puede dejar solo - me dijo con rabia-
-Si, lo se, pero que me dice de la cantidad de cruces que he conseguido, esto en el mercado negro es un dinero, no se crea usted.
Me dio un guantazo sobaquero de los que hacen época que me tiro al suelo con las cruces y los huesos esparcidos por la tierra.
- Ahora entre el agua que me han echado y la tierra parezco una croqueta- le dije-
Vi como aquel ser se alejaba esputándo palabras en un idioma ininteligible, como nubarrones de tempestad. Como si toda la fuerza de la naturaleza explotase en cada palabra.

CRONICAS DE UN NOSFERATU III

El siguiente paso a seguir según mi mentor , era buscar la víctima apropiada para iniciarme en la cacería, actividad que me reportaría el alimento necesario para mi nueva existencia.
El pobre incauto que apareció primero fue Pierre , el molinero , un hombre feo cheposo, que olía como una manada de puercos rebozados en estiercol. El mentor me miró fijamente y me dijo :
-Este es tu inicio, aquí empieza tu bautismo de sangre, usa la técnica de sofronación que has adquirido, Adelante.
- Vaya hombre -respondí con aire de resignación- No había otro, ha ido a escoger al mas feo , al mas deforme, al que peor huele .Pero ¿que le he hecho yo a usted?
-Adelante, no pierdas mas el tiempo, es el único que hay ahora , no empieces con tus remilgos. Se me acaba la paciencia.
- Si no es por nada, pero mire , este individuo entra en misa mientras cantan "El Señor hizo en mi maravillas",y él responde, "y conmigo experimentos".
El bofetón que me donó desinteresadamente se hizo oír en toda la calle. Caí en la cuenta que debía hacer caso a ese ser siniestro, a la vez que caí en el suelo de forma tan estrepitosa que debieron sentirlo todos mis antepasados.
Me dispuse a atacar al pobre Pierre. Me oculté en la esquina del callejón, para sorprenderle al paso. Y salí raudo a su encuentro.
- Hombre , Jean Marie, cuanto tiempo sin verte- dijo el molinero-
- Mirame a los ojos- le ordené-
- Que ocurre Jean, ¿se te ha metido algo?, espera que te mire . Parece que no tienes nada- dijo retorciendome la cara y abriendo mis párpados desmesuradamente- Lavate con agua de manzanilla verás como se calma.
Volví la cabeza a mi mentor y le dije:
- Así no se puede, hombre , esto no es serio.
El mentor, apareció entre las sombras con sigilo etéreo, levantó la mano diestra, y acto seguido el pobre molinero cayó al suelo sumido en un profundo sueño. Volviéndose hacia mi me ordenó:
- Dejate llevar por el instinto
Ni corto ni perezoso, me tiré encima del cuerpo de Pierre, y le robé la bolsa del dinero y dos anillos de oro que llevaba en la mano izquierda.
El mentor puso los ojos en blanco y me gritó:
-¡El otro instinto imbecil!
- Pues especifique hombre, que soy novato
Mordí el cuello de aquel pobre desgraciado, la sangre me llenó la boca de un sabor cobrizo,y salado. Sentía renacer mis instintos animales mas salvajes y mas profundos.
Sentí el capón en la cabeza que me dio aquel ser extraño diciendo.
-Ya basta glotón.

CRONICAS DE UN NOSFERATU II

Después del percance aquel que me cambio la vida (o la no vida) por completo, y después de ser vaciado de vino por mi mentor. Caí en un letargo de seminconsciencia, en cuyo estado se me aparecían, entre delirios, seres deformes, criaturas medio hombre medio animal, morfológicamente vinculadas a la fantasía. Dirigiéndose a mi en un idioma desconocido, que comprendía perfectamente.Sueño, delirio, no podía más que dejarme llevar por aquel maremagnum distorsionádo, aquella pesadilla que parecía salir de las entrañas del infierno, Los lobos aullaban desesperados, quizá a unas millas de distancia de donde yo me encontraba, pero se me antojaban cercanos,Cada sonido que anteriormente me parecía inaudible, reverberaba en mi cabeza, agitando todo mi interior.
La vista comenzó a nublarse, flaqueaban mis piernas y un temblor incontrolado me poseía haciéndome perder el dominio sobre mi cuerpo. Creí morir en aquel instante. Sentía arder cada poro de mi piel, como un fuego eterno que calaba hasta los huesos, punzandome el cerebro sin piedad, sin compasión.
Y de repente cesó.Llegó la calma extrema, afilada como la noche.
El mentor apoyó sobre mi hombro su mano huesuda y pálida, reconfortando mi nuevo ser, mi nueva esencia, mi nueva condición.
Me quise dirigir a el para buscar respuesta a todas las preguntas que fluían en mi mente, y solo pude decir:
- Mire usted, paso por que me muerda en el cuello, pero si empezamos con toqueteos me da la impresión que vamos a tener un disgusto. A mi personalmente y sin animo de ofender, me gustan las mujeres. No lo puedo evitar. Además por mucho que quisiera, no estoy por la labor. Me ha debido sentar algo mal de lo que he comido. Y para mi que la sangre esa que me ha dado, estaba en mal estado, no vea lo mal que sabia. No se le ocurra hacer morcillas con eso. Bueno, pues lo dicho, encantado eh?
La ira se iba apoderando de aquel ser, todos los colores del arco iris pasaron por su faz, y al final esputó con voz profunda, ronca, metálica.
- Cállate!

CRONICAS DE UN NOSFERATU

Aquel crepúsculo incipiente del 12 de junio de 1833, se me antojaba etéreo. El sol en su ocaso dibujaba chorros dorados en la torre de la iglesia de Nancy. Caprichosamente y con aparente recelo las sombras iban invadiendo el poco espacio de luz que quedaba, progresivamente y sin piedad.
De camino al hogar , después de agotar el vino de la taberna, pensaba en la eterna pregunta que un ser humano se hace repetidas veces, en un intento de aclarar el misterio de la muerte y la vida. Pensaba, siempre lo había hecho hasta justo el momento en que un pánico irracional me inundaba el ser, ese era el punto de retorno, solo siguiendo las divagaciones más allá, lo que se podía conseguir era rayar la locura. Así me lo había enseñado mi padre, ese era el punto de regreso a la cordura.
En la esquina me esperaba el futuro. Oculto entre las sombras, al acecho.
Un individuo pálido, alto y con una delgadez extrema me sorprendió en la calle. Sus ojos, todavía sueño con aquellos ojos encarnados de mirada entre lasciva y rabiosa que me sumieron de inmediato en un letargo de insensibilidad. Inmóvil observaba la escena en que el individuo hundía los colmillos en mi cuello y succionaba el fluido vital provocándome un placer casi rayante en la obscenidad.
Acto seguido y levantándose con ademán altanero hundió una afilada uña en su propia muñeca y me hizo una pregunta. ¿Quieres beber de mi?
-Si - le respondí- Ya es momento que me devuelva un poco de lo que me ha quitado
Al instante, me sentí rejuvenecer, una fuerza vital vertiginosa se apoderó de mi. Miré al individuo directamente a los ojos. El pareció reconocer mi cambio. Se dirigió a mi preguntándome.
- ¿Como te sientes ahora?
- Es increíble - le dije-
- Te refieres a la nueva percepción del mundo que te rodea, o quizá al poder que sientes ahora, o mas bien diría yo a la fuerza que emanas, o a la comprensión de la magia.
- No, no es eso, es el olor ese que emana de su sobaco, es irrespirable, pero hombre lavese, que no es caro. Menudo guarro , y la sangre esa que me ha dado. Pero... ¿Que ha comido?
Sentí el arrepentimiento de aquel ser al haberme dado todo el poder de un Nosferatu.